El Terror sin Final
Sobre las consecuencias de los linchamientos en las redes sociales
Hace unos días, la historia de José Ignacio Palma hizo evidente para muchos chilenos a cuántos excesos pueden llegarse en las redes sociales.
El año pasado, José Ignacio era candidato a Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica de Chile (FEUC), y a pocas horas de las elecciones apareció en Facebook el testimonio anónimo de una chica que lo acusaba de agresión sexual. Mucha gente sabía que era una acusación falsa, porque se aludía a una fiesta en la que José Ignacio había estado siempre al lado de su enamorada, pero sus rivales políticos difundieron el anónimo como parte de la campaña.
Los colectivos feministas y las agrupaciones de izquierda declararon que José Ignacio era un violador y así empezó para él un hostigamiento violento y permanente en las redes sociales y también de manera directa, mediante insultos y agresiones. Él tuvo que dar sus exámenes separado de sus compañeros para evitar actos violentos en su contra. También personas ajenas a la universidad le escribían insultos y lo amenazaban a él y a su enamorada (acusada de “encubridora”)
El 19 de mayo, por fin se reveló que el autor del anónimo había sido otro estudiante, Johnny Olate, quien buscaba vengarse por haber sido expulsado de la agrupación política de José Ignacio. Éste ha señalado que denunciará penalmente a Olate, pidiendo una indemnización por el daño causado. Él espera también que la UC disponga su expulsión.
Otros casos tienen un desenlace fatal: en abril, se suicidó el rockero mexicano Armando Vea, después que en una página de Twitter “#MeTooMúsicosMexicanos apareció una denuncia anónima que lo acusaba de violar a una chica de 13 años. Vega insistía en su inocencia, pero no podía enfrentar todo el odio que se estaba desencadenando en su contra: varias seguidoras de esa página insistían en que se matara. Desesperado, escribió “más vale un final terrible que un terror sin final”. Tras la muerte de Vega, la página de Twitter quedó desactivada y se generó un hondo cuestionamiento entre las feministas mexicanas. También se suicidó en diciembre un muchacho argentino, Agustín Muñoz, activo participante en las marchas Ni Una Menos, por otra denuncia falsa de violación, que generó una terrible escalada de violencia. Cuando la autora de la denuncia intentó retractarse, ya era demasiado tarde.
En la PUCP también han originado violentas reacciones las acusaciones falsas de acoso o encubrimiento. Un incidente similar al de la FEUC ocurrió en las últimas elecciones de la FEPUC, en que dos alumnas acusaron de agresor sexual a un candidato en las redes sociales. No presentaron ninguna prueba, no hicieron ninguna denuncia a la Comisión contra el Acoso, pero sus publicaciones fueron compartidas por decenas de personas. Como en el caso de José Ignacio, le cayó todo tipo de insultos a su agrupación política, acusándolos también de “encubridores”. Aunque él renunció a su candidatura, la táctica tuvo resultado, porque su agrupación perdió.
En casos de linchamiento mediático distintos del acoso sexual (un cliente racista, un inquilino moroso, un conductor prepotente), suele existir un elemento visual que despierta la ira, como un video. Este elemento normalmente no existe en las denuncias de acoso sexual, pero sí está presente la convicción de que toda denuncia es cierta y que toda denunciante es una víctima que debe ser apoyada. Dudar de la denuncia es ser cómplice del agresor; conceptos como presunción de inocencia y derecho de defensa quedan descartados y resulta moralmente válido castigar al acusado.
Como saben mis amigos, desde noviembre yo también soy víctima de un prolongado linchamiento mediático: un grupo de alumnas me acusan de encubridor de acosadores. Inclusive recientemente elaboraron un video en el cual varias estudiantes relatan relatan el falso testimonio de una víctima de acoso que llora en mi oficina y yo, lejos de conmoverme, bloqueo su denuncia para respaldar al agresor.
La acusación es absurda, porque el Defensor Universitario de la PUCP no puede bloquear una denuncia. En otras Universidades, la Defensoría es el filtro que decide si las quejas por acoso van a ser procesadas, pero no es el caso de la PUCP, donde cualquier persona puede plantear directamente la denuncia. Yo he apoyado a todas las víctimas de acoso que han llegado a mi oficina y he pedido conversar con quienes me difaman, pero se rehúsan a hacerlo.
Como señala José Ignacio Palma en una reciente entrevista, las que más pierden en estos casos son las verdaderas víctimas de acoso sexual, porque con cada denuncia falsa, ellas pueden sentir que se dudará de su palabra si se animan a denunciar. Eso deberían pensar quienes usan las redes sociales de manera irresponsable... y deberían pensar también en el terror sin final que imponen a personas inocentes y a sus familias.