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Reflexiones en el Día Mundial contra el Racismo

Publicado: 2017-03-21


"Mi padre es afroperuano como yo. Es abogado y en una ocasión acudió, como siempre con terno y maletín, a reunirse con un fiscal. Estaba esperando, cuando la secretaria le preguntó: '¿Y usted cuánto tiempo estuvo preso?' (Un estudiante de Derecho).  

Este incidente muestra la magnitud del racismo en nuestra sociedad, pese a lo cual se trata de un problema tradicionalmente negado por muchos peruanos. Solamente cuando se produce un incidente explícitamente racista, difundido por los medios de comunicación o las redes sociales, se producen expresiones masivas de condena, como si el problema se limitara a las frases discriminadoras de una persona.

En realidad, el racismo es una situación permanente y cotidiana y tiene múltiples expresiones, desde los diminutos cuartos y baños de servicio que existen en muchas viviendas hasta la ausencia de personas de rasgos andinos o afroperuanos como gerentes de las principales empresas.

Si situaciones como éstas no nos sorprenden o indignan es porque las hemos naturalizado. Tanto la negación como la naturalización son mecanismos de defensa para no admitir situaciones dolorosas. Es más, muchos preferimos negar el racismo para no admitir que lo hemos sufrido, lo hemos practicado o nos hemos encontrado en ambas situaciones.

El racismo peruano, además, tiene algunas particularidades respecto a otros países: en primer lugar, el racismo no se vincula tanto con la xenofobia, sino que las víctimas del racismo son los propios peruanos. A más indígenas sean los rasgos de una persona, mayores posibilidades de racismo tendrá que enfrentar de sus propios compatriotas.

De hecho, los prejuicios racistas se encuentran tan internalizados, que más que plantear la aceptación al “diferente”, como suele hacerse en las campañas contra el racismo en otros países, en el Perú se hace necesario promover la aceptación al “semejante”.

Por otra parte, debido al mestizaje, muchos peruanos pueden ser considerados blancos por algunos observadores y cholos o negros por otros. En la percepción sobre la persona influyen factores como la vestimenta, la posición económica, el apellido o la manera de hablar.

Ante el racismo, la estrategia de muchas personas no ha sido denunciar el maltrato, sino procurar asimilarse con el discriminador, cambiando de vestimenta, evitando hablar quechua y asumiendo determinados patrones de consumo. En ese proceso de asimilación lo más lamentable ha sido cuando algunos peruanos adoptan el comportamiento maltratador, es decir creen que discriminar a quien es “más indio” o “más negro” es una forma eficaz de evitar ser discriminados. En las redes sociales esto ocurre con mucha frecuencia.

Enfrentar el racismo requiere de una política a nivel nacional que también se refleje en las instituciones privadas y en una reflexión individual. Al mismo tiempo debe difundirse que el artículo 323 del Código Penal sanciona el racismo y considera que constituye un agravante que el autor sea funcionario público, ejerza violencia contra la víctima o emplee las redes sociales.

En otros países se han producido ya varias condenas penales por publicaciones racistas en Twitter o Facebook. En el Perú aún hace falta que el Poder Judicial y el Ministerio Público intervengan para evitar que las redes sociales sean espacios donde subsista la impunidad en este aspecto.


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