No es sólo Christian
Además de Christian Grados, varios otros inocentes sufrieron golpizas y torturas el 1° de diciembre en la Comisaría de Huaycán
La historia de Christian Grados es parecida a muchas que he escuchado: un afroperuano progresa según lo que se espera, pero encuentra un escollo cruel: la discriminación y los prejuicios.
Hace apenas dos semanas, una amiga me contaba que su novio, también afroperuano y muy exitoso como entrenador de fútbol, decidió ir a un centro comercial limeño para buscar un par de zapatillas. A la salida, los vigilantes lo interceptaron de mala manera y le querían obligar a abrir su maletín. Muchas personas salían entonces del centro comercial con carteras, maletines o mochilas y a nadie revisaban. Cuando él se quejó, todo fue peor: los vigilantes usaron sus radios para llamar refuerzos, causando todo un despliegue que terminó siendo para el entrenador mayor humillación.
Una situación parecida es la que le ocurrió a Christian, quien proviene de una familia de escasos recursos, pero siempre pensó en superarse y avanzar.
Desde los diez años se incorporó a la asociación cultural Illariq Huaycán, primero como integrante y de adulto se volvió uno de los profesores de danzas peruanas. Ahora es el director y hace apenas dos meses presidía las ceremonias por el 29° aniversario de la asociación. Paralelamente, estudió Educación Física en un Instituto Pedagógico y luego en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Él trabajaba en los colegios Saco Oliveros de Monterrico y Chaclacayo, pero paralelamente, en el propio Huaycán se esforzaba por difundir las danzas peruanas de manera gratuita.
También Christian era una persona muy religiosa: se le veía en la misa de la catedral de Huaycán y era integrante de la Hermandad del Señor de los Milagros de Huaycán. La última vez que cargó las andas, nadie podía imaginarse que el 1° de diciembre su vida se convertiría en un infierno.
Como se sabe, el día de los disturbios, Grados había ido a visitar a su hija. Llegada la noche, decidió retirarse a su domicilio. De pronto, un grupo de gente empezó a correr. Él siguió caminando, porque ya estaba por llegar a su casa, cuando los policías lo detuvieron.
¿Por qué lo hicieron? En mi opinión, simplemente porque vieron a un negro en buzo y les pareció sospechoso. Los vecinos comenzaron a gritar que él era profesor de danza, pero a los policías no les importó. Así se produjeron otras detenciones arbitrarias. Los casos más dramáticos son el de Miguel Angel Huaroc, que sufre de epilepsia y el de José Luis Cosme, quien tiene hidrocefalia. Con todos ellos, en la comisaría de Huaycán, la noche del 1° de diciembre, los policías se ensañaron con los detenidos sometiéndolos a todo tipo de torturas. Parece ser que toda la cólera por el ataque a la comisaría se transformó en violencia. Es sorprendente que ninguno haya muerto, aunque varios quedaron muy golpeados.
Al día siguiente, pese a que evidentemente todos, los revoltosos y los inocentes, estaban maltratados, el fiscal Alonso Castañeda pidió para los 34 detenidos nueve meses de prisión preventiva. No realizó ningún tipo de individualización. A Grados lo presentaron los policías como cabecilla o azuzador. Y esto también lo señaló el diario La República, sin ninguna comprobación de los hechos, pese a que en las fotografías que muestran, evidentemente Grados ha sido golpeado.
Parece que en el INPE no están permitiendo que los familiares hagan llegar sus medicamentos a José Luis Cosme y a Miguel Ángel Huarocc.
Cada detención parece más absurda que la otra y también es indignante leer en el portal de internet del Ministerio Público cuán orgullosos están de que el Fiscal Castañeda haya logrado la prisión preventiva.
Y lo más triste, también es pensar que muchos limeños prefieren pensar que si los detenidos son de Huaycán seguro son revoltosos, que por algo los habrán detenido. Demasiado parecido a lo que vivimos en los años ochenta… A veces pareciera que el Perú no ha cambiado nada.