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jueves santo 2013. papa lava y besa los pies de jóvenes de un centro de rehabilitación. fuente, forum libertas.

Tres Años del Papa Francisco

Publicado: 2016-03-13

Recuerdo bien aquel 13 de marzo del 2013, cuando, caminando por la avenida Larco, me di cuenta que el nuevo Papa ya había sido elegido, por la cantidad de gente que se agolpaba frente a los cafés y restaurantes para ver la noticia en las pantallas de televisión.     

Cuando alguien me dijo que el nuevo Papa era argentino, decidí regresar a mi casa rápido para averiguar lo que podía sobre él.    No solo me parecía interesante que Bergoglio fuera latinoamericano, sino que había sido arzobispo de Buenos Aires, una ciudad con más de diez millones de habitantes. Los Papas anteriores provenían de ciudades europeas relativamente pequeñas y homogéneas. Bergoglio, como la mayoría de argentinos, descendía de inmigrantes y desde niño había crecido en un entorno intercultural.   

Me impresionó mucho leer que en su labor como arzobispo ponía énfasis a problemas que también ocurren en la arquidiócesis de Lima, pero de los cuales el arzobispo Cipriani no parece haberse acordado, como la trata de personas y la explotación laboral. Me sorprendió su cercanía con asociaciones de recicladores y de exprostitutas. Sus homilías me parecían fortísimas con una capacidad de denuncia que me recordaban a Las Casas.  Bergoglio además había presidido la redacción del documento de Aparecida, que elaboraron los obispos de América Latina, pero que Cipriani se rehusó a firmar por ser demasiado “progresista”.

En los primeros días, algunas personas pretendieron asociar a Bergoglio con la dictadura argentina, pero después se reveló que mas bien él había logrado escapar a muchas personas perseguidas y tuvo el dolor de que muchos seres queridos, como su primera jefa, fueran asesinados por los militares.

Desde los primeros días, sus acciones causaron desconcierto: se rehusó a vivir en los apartamentos papales, para ocupar una pequeña habitación en una residencia para sacerdotes, comiendo en la cafetería y viajando en ómnibus con otros prelados. Sus cartas y sobre todo sus llamadas telefónicas a personas comunes y corrientes causaron una profunda emoción. De hecho, su cercanía a la población generó mucha preocupación por su seguridad en sus viajes a Estados Unidos, México o la República Centroafricana.

Tres años han sido un cambio radical, dejando de enfatizar temas como el aborto o los anticonceptivos, para centrarse en el medio ambiente, los pueblos indígenas, los derechos de los inmigrantes y de los presos, condenando la pena de muerte y la cadena perpetua.  Paralelamente, muchos católicos progresistas se han sentido reivindicados, como Gustavo Gutiérrez y las religiosas de los Estados Unidos que estaban sometidas a una humillante investigación, supuestamente por haberse desviado de la Iglesia.     Francisco revocó las sanciones que Juan Pablo II había impuesto a varios sacerdotes nicaragüenses y permitió la beatificación de Monseñor Romero y la apertura de los procesos contra Angelelli, Heider Cámara o Rutilio Grande.

Sin embargo, todo esto no siempre parece visible en la Iglesia Católica peruana. Es cierto que muchos sacerdotes marginados en años anteriores ahora se expresan con mayor vigor denunciando la injusticia social, el arribismo y la incoherencia de muchos católicos. Es cierto que el Papa ha buscado nombrar nuevos obispos progresistas para Cusco, Jaén, Huancayo, Chuquibamba, Chiclayo y Chosica, rompiendo así con el predominio conservador que emanaba la Congregación de los Obispos, de la cual fueron retirados el cardenal español Rouco y el estadounidense Burke. Es cierto que la preocupación por el medio ambiente aparece muy vigente en el discurso de Pedro Barreto, el arzobispo de Huancayo y que las parroquias de la selva han mostrado gran solidaridad con los pueblos indígenas.

Sin embargo, ¿cuántas parroquias han organizado debates la encíclica Laudato Si? ¿Cuántos católicos peruanos todavía consideran necesaria la pena de muerte? ¿Cuántos creen que para una serie de delitos se debe aplicar la cadena perpetua? ¿A cuántos les preocupa la trata de personas? ¿A cuántos les inquieta la explotación laboral que ocurre en Gamarra o pagarle adecuadamente a la trabajadora del hogar? ¿Cuántos se reunirían con una pareja gay como hizo el Papa con su amigo Grossi y su novio en la Nunciatura en los Estados Unidos? ¿Cuántos peruanos han entendido que es inaceptable moralmente que continúe que para millones de compatriotas demandas como Techo, Tierra y Trabajo sean recurrentes?

En Lima, no solamente Cipriani sigue hablando contra la unión civil, sino que continúa con el mismo apetito económico. Hace unas semanas, el arzobispado desalojó a los libreros de Quilca y se ha reanudado el juicio para hacer lo mismo las hermanas carmelitas del restaurante L’Eau Vive.

Como dijo hace unas semanas en el Vaticano el actor Roberto Benigni, el Papa Francisco está acometiendo la ardua labor de llevar a la Iglesia hacia algo que parecía olvidado: el Cristianismo.    No sé si logrará cumplir esta misión, pero creo que está ayudando a muchas personas a pasar de una religión centrada en rituales, culpa y condena, a una basada en valores, misericordia y respeto. 


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Reflexiones Peruanas

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