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Artesanía Prehispánica

Publicado: 2016-01-12


Hace dos años, me encontraba en Ayacucho, cuando escuché en diversas calles a varios jóvenes de acento colombiano.

Los ayacuchanos me explicaron que los colombianos habían llegado como hinchas para un partido del Atlético Nacional y habían quedado.  Una amiga periodista los escuchó comentar en los portales de la Plaza de Armas, cuando pasó una chica:

-¡Primera peruana medio bonita que vemos…!

La mayoría de mis compatriotas se sentiría molesta si oyera a un extranjero soltar este tipo de expresiones hacia las mujeres peruanas. Sin embargo, está muy extendida entre los hombres peruanos la presunción de que una mujer colombiana, holandesa o argentina, sin duda debe ser guapísima… y lo mismo piensan las mujeres peruanas respecto a los equivalentes masculinos.

De hecho, “extranjera” y guapa son casi sinónimos para los peruanos. Y por lo mismo, aunque no nos atrevemos a decir que los peruanos somos feos, muchas veces lo pensamos. Los únicos extranjeros considerados poco atractivos en el Perú son precisamente quienes podrían parecer peruanos, básicamente los latinoamericanos de ascendencia indígena.

Por eso es que no fueron mil, ni cinco mil… sino más de diez mil los peruanos que pusieron “me gusta” a la publicación de la página de Facebook Dilo Sin Roche que decía:

Si quieres darme celos, procura que no sea con alguien con cara de artesanía prehispánica.

El mensaje es bastante claro: las personas con rasgos indígenas son feas y es humillante ser reemplazado por alguien con esos rasgos. Un mensaje como éste, en un país como el Perú, donde el 90% de la población tiene antepasados prehispánicos debió haber generado una oleada de indignación. En cambio, al menos 10,000 personas estuvieron muy entusiastas.

Resulta interesante analizar que la abrumadora mayoría de los entusiastas racistas eran mestizos y muchos de ellos tenían marcados rasgos indígenas, aunque eso sí, seguramente podían encontrar personas más andinas de las cuales burlarse. Me llamó la atención que la gran mayoría de las que celebraba la publicación racista eran mujeres. Parece ser que Dilo sin Roche, pretende ser una página para mujeres desenfadadas, que resulta ser sumamente vulgar y racista.

Se me ocurrió averiguar más sobre algunas de las que escribían las frases más chocantes. Me sorprendió el caso una señora, madre de dos hijos que comenta que no entiende por qué “a los hombres le gustan las auquénidas”. No contenta con ello, pretende descalificar a una amiga suya (o a alguien que replica su frase racista) llamándola “ekeka”.

Otras dos chicas muy agresivas vivían en Huancayo y estudiaban en la Universidad Nacional del Centro. Sus comentarios eran sumamente desagradables, burlándose de las personas de Puno.  Había otra joven piurana, que soñaba con tener un novio europeo y calificaba a los peruanos de “pirañitas”.

Los muros de estas cuatro personas están llenos de insultos, bromas pesadas y agresiones. La madre de familia inclusive ha peleado tanto con su cuñada, que ha pedido garantías, para prever una posible agresión física. El racismo parece ser una válvula de escape para las diferentes frustraciones existentes.

Como se aprecia, el insulto racista en nuestro país se aplica en cadena: muchas personas que lo padecen, a su vez lo ejercen hacia quienes consideran más andinos. Leyendo los comentarios racistas, me acordé de Wilson, mi personaje en El Cocinero Clandestino y todo el racismo que sufre por parte de las mismas personas que son serviciales con Nuria, su novia española. Wilson es discriminado en el mismo Cusco por personas semejantes a él.

Esto ocurre también con las bromas por edad y contextura. Hay quienes están angustiados por haber pasado los treinta años, pero se burlan de quien tiene más de cincuenta años. Varias personas que conozco con sobrepeso se burlan de sus compañeros de trabajo más gordos. En todos estos casos se da el mismo fenómeno: usar algo que una persona no puede cambiar para humillarla.

Hace unos años, Fabián, un amigo mexicano viajó al Cusco y regresó muy confundido. Le habían gustado mucho los vestigios prehispánicos, pero los maltratos sufridos le habían desconcertado, mientras los turistas europeos o de Estados Unidos recibían un trato sumiso y cordial:

-Me trataban de manera muy descortés en los restaurantes, los hoteles, las tiendas de artesanías… ¿Por qué me han tratado así?

-Pareces peruano –le contesté.

Hace dos años, viajé a su país y regresé muy complacido por el trato recibido en todas partes. Cuando se lo comenté, me respondió:

-Pareces mexicano.


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Reflexiones Peruanas

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