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emblema del sodalicio

Recuerdos del Sodalicio

Publicado: 2015-10-25


Conocí al Sodalicio hace ya muchos años, quizás 35. Yo tenía quince años y en un retiro de confirmación a los del colegio Raimondi nos juntaron con los del Champagnat. En aquellos tiempos, supongo, sería muy normal que los chicos de esa edad fumaran. Parecía que solo a mí me chocaba que lo hicieran todos los del Champagnat en la puerta de mi colegio.

De esos días en Chaclacayo me sorprendió el lenguaje violento y la actitud matonesca de los instructores, todos blancos y muy serios, como si quisieran tenernos asustados.

A los pocos días que terminó el retiro, los sodálites llamaron a algunos alumnos para un grupo de seguimiento. Escogían a los más adinerados y los rubios. Años después volvieron a hacer lo mismo y pasó también en otros colegios. Parecía que había una opción étnica y clasista muy clara.

Al poco tiempo los sacaron del Raimondi, pero volví a tener contacto con el Sodalicio cuando tenía 20 años y estaba en la Facultad de Derecho de la PUCP. Esta vez, quien me buscó se llamaba Carlos y era de los pocos integrantes de rasgos mestizos, mas bien andinos que entonces se veían en el Sodalicio. 

Durante algunos meses nos reunimos para rezar y reflexionar sobre la exigencia de ser coherentes con nuestro compromiso cristiano. Varias veces acudí a la misa de San José en Miraflores donde extrañamente solamente asistían hombres y los cánticos religiosos se daban de manera marcial. En el verano de 1985 algunos domingos nos invitaron a la Quinta Zona de Collique, donde los sodálites hacían algún tipo de apoyo a los pobres, jugando con los niños y llevando estudiantes de Medicina.

Me parecía algo raro que ellos no se relacionaran con las parroquias de la zona y un día, con otro amigo, decidimos visitar a unas religiosas españolas. La monja que nos atendió, nos indicó que tenían miedo por la manera autoritaria y fundamentalista en que el Sodalicio percibía el Cristianismo.

-Y a nosotras nos rechazan. Nos llaman comunistas. El único que es cordial y amable es Carlos.

Cuando regresamos a la Quinta Zona, Carlos estaba muy disgustado.

-¡Wilfredo! ¿Por qué tenías que hablar con esas monjas? ¡Ellas son rojas!

Me sorprendió que hablara así de las mismas monjas que tenían una buena impresión de él.

Carlos ya no quería que fuera a Collique, pero no se daba por vencido. Por aquel entonces, yo ya estaba más interesado en la vida parroquial que en un grupo tan intolerante. Comencé a enterarme de conflictos en algunas familias porque los muchachos a quienes los sodálites llamaban se volvían agresivos y violentos.

Pero Carlos todavía hizo un último intento: me dijo para ir al cine y fuimos con un amigo suyo a ver La Ciudad y los Perros, la película de Lombardi. A la salida, estábamos comentando la película en algún local que no recuerdo, pero el amigo de Carlos, sistemáticamente buscó ridiculizar todas mis opiniones sobre la película. Era como si adrede quisiera humillarme. Años después, he comprendido que me estaba sometiendo a la estrategia psicológica de abrumar al incauto. En mi caso no funcionó. No recuerdo haber vuelto a tener contacto con Carlos. De las actividades religiosas con “gente normal”, paulatinamente, me fui inclinando hacia la Teología de la Liberación que tanto abominaban Carlos y los demás sodálites.

-¿Por qué los llamas “rojos”? –recuerdo que preguntaba yo. –¿Estás diciendo que no son católicos?

Pero Carlos solamente respondía con evasivas.

En las décadas que siguieron, el Sodalicio prosperaba: la parroquia de la Reconciliación, los colegios San Pedro y Villa Caritas, separados para hombres y mujeres, la Universidad San Pablo en Arequipa y hasta el cementerio Parque del Recuerdo. Se expandieron fuera del Perú, apoyados por los obispos conservadores que nombraba Juan Pablo II. Actualmente cuentan acá con dos obispos, en Piura y Ayaviri, que apenas asumieron el cargo detuvieron todo el trabajo de derechos humanos que hacía la Iglesia. Cuentan también con la agencia de noticias Aciprensa desde la cual se han dedicado a insultar a Gustavo Gutiérrez, a Gastón Garatea y a todos aquellos religiosos que podían tener una orientación distinta, aunque, debo decir, se ha moderado en su arrogancia desde que llegó el Papa Francisco. Uno de sus voceros más agresivos es Alejandro Bermúdez, que estudió en mi colegio.

¿Encubrían todos los líderes las canalladas que hacían sus líderes como Germán Doig y Luis Fernando Figari?   Estoy seguro que sí. Creo que en esta organización existían dos estrategias, totalmente alejadas de la manera como yo percibo el cristianismo: la estrategia de convertirse en un imperio económico y la estrategia de dominar la mente de las personas, mediante la humillación 

Creo que el Sodalicio surge en el Perú como una reacción frente a la Teología de la Liberación y a las reformas de Velasco, cuando las clases medias y altas sentían que el país se les volvía muy hostil.     El SCV fue una especie de "refugio étnico" en tiempos en que todo se resquebrajaba. Chicos blancos asustados, que no podían confiar en otros peruanos, creyeron encontrar un espacio de seguridad en una religión étnica.   En cierta manera, esto fue una protección para los chicos no blancos, que inicialmente eran menospreciados por los sodálites o, como suele pasar con los racistas limeños, ni siquiera los veían.     

No sé si Doig o Figari planificaron sus bajezas sexuales desde un inicio o si el endiosamiento que recibían los terminó pervirtiendo.    Quizás si uno se acostumbra a humillar  a otros, con una justificación religiosa, termina sintiendo placer en ello.   Quizás cuando se dieron cuenta que sus víctimas eran tan sumisas que podían aceptar la tortura moral y el maltrato físico (con  comidas repugnantes, quemaduras, ejercicios abrumadores, privación de sueño)  estuvieron dispuestos a practicar el abuso sexual.    

Queda la pregunta de cuántos sodálites de esos años se habituaron a ser "cristianos no cristianos": violentos, ostentosos, arrogantes, racistas, clasistas...   A mí me recuerdan a la Cienciología y otros grupos similares, con la diferencia que Doig y Figari irrumpieron dentro de una organización religiosa ya existente, la Iglesia Católica. A ésta le corresponde disponer una intervención, como se hizo en México con los legionarios de Maciel…  Aunque con todos estos antecedentes,  creo que plantear su disolución sería mejor.  


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Reflexiones Peruanas

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