30 Años de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos
Normalmente, los peruanos creemos que en nuestro país impera la viveza, el pensar en uno mismo y la falta de solidaridad con el más débil. Frente a esta percepción tan generalizada es impresionante recordar que en el Perú también existen verdaderos héroes capaces de sacrificarse con valor por un ideal como la vida humana.
Un grupo de esos héroes, pero que se consideraban a sí mismos personas normales, formaron en 1985 la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH), una institución fundamental de la historia del Perú, precisamente por razones contrarias a las que algunos creen: su radical rechazo a los grupos subversivos contribuyó a detener su expansión en los años ochenta y noventa.
La CNDDHH fue uno de los principales motores de las organizaciones de la sociedad civil (comunidades campesinas, parroquias, universidades, organizaciones sindicales, profesores) que se oponía con firmeza a Sendero Luminoso y el MRTA, luchando por la vigencia de los derechos humanos.
El primer mérito de la CNDDHH fue revertir el sentido común que comenzaba a predominar respecto a que esos crímenes eran inevitables en el proceso de detener a la subversión. Eso se hizo en pleno gobierno de Belaúnde, cuando las desapariciones, las violaciones y las ejecuciones extrajudiciales eran cotidianas y muchos caían en la resignación respecto a que los militares siempre iban a cometer abusos y los campesinos siempre iban a padecerlos.
Al mismo tiempo, el otro gran mérito de la CNDDHH fue su condena abierta a los grupos subversivos en los mismos años en que SL avanzaba incesante asesinado autoridades, funcionarios y a todo aquel que se oponía a sus prédicas violentistas. ¿Cómo enfrentar a la vez a dos bandos opuestos que solamente tenían en común el total desprecio por la vida humana? Creo que de allí se deriva otro gran mérito: esa valentía para defender la vida en medio de un remolino de violencia. Creo que todos los que trabajábamos en derechos humanos en ese tiempo dramático teníamos una mística, una convicción de que valía la pena arriesgar o inclusive perder la vida por un ideal superior que era la vida de otros. No recuerdo una sola persona del movimiento de derechos humanos que en aquel tiempo se haya retirado para conseguir una beca, porque tenía una mejor oferta laboral o porque tenía miedo. Quizás sentir que cada uno formaba parte de un movimiento mucho más grande a todos nos daba fuerzas. Quizás cada uno tenía personas concretas como referentes de desprendimiento y sacrificio. Para mí, como para muchos, este fue el rol de Pilar Coll, la fundadora de la CNDDHH.
Un cuarto mérito de la CNDDHH fue la participación en un mismo espacio de organizaciones católicas, evangélicas y no confesionales que durante décadas aprendieron a trabajar conjuntamente, poniendo sus principios por encima de las diferencias.
Cuando uno recuerda aquellos años, “la difícil coyuntura que vive el país actualmente” parece realmente intrascendente y las intrigas políticas cotidianas nada tienen que ver con un país que parecía en crisis terminal. En esos años de precariedad e incertidumbre, la CNDDHH logró ayudar a miles de personas.
Por eso me parece tan injusto que siquiera se sugiera la proximidad de la CNDDHH con los grupos subversivos. Eso sí, en los últimos años la CNDDHH ha decidido asumir temas como los derechos indígenas y los derechos ambientales, con lo cual ha generado nuevas iras, esta vez de grupos empresariales y sus aliados estatales. Es comprensible entonces que busquen desprestigiarla para así también deslegitimar estas acciones.
En un país donde tantas veces creemos que no existen héroes y estamos acostumbrados a desconfiar de nuestros compatriotas, reconocer la trayectoria de la CNDDHH ayudaría a darnos cuenta de la capacidad que tenemos los peruanos para comprometernos por la vida y la dignidad de los demás.