#ElPerúQueQueremos

El Racismo Recíproco

Publicado: 2014-05-19

La semana pasada, me sentí muy indignado cuando una persona envió a la página Ciudadanos Luchando contra el Racismo las declaraciones que un ciclista había hecho en su muro de Facebook, calificando a un sereno de Miraflores de “serrano de escaso cerebro” y “pobre imbécil” y transcribiendo, de manera supuestamente burlona, su forma de hablar (“Sheñorsh, sheñorsh…”).

Decidí ponerme en contacto con el ciclista en cuestión y le expliqué que podía ser denunciado en función del artículo 323 del Código Penal, que desde el año pasado considera un agravante la discriminación en las redes sociales. En un principio me respondió evasivamente, pero luego me contestó que él había sido víctima de racismo por parte del sereno. “Si yo hubiera sido blanco, a nadie se le hubiera ocurrido que yo manejaba una bicicleta robada, pero como no lo soy, estaban sospechando que era un ladrón. Lo mismo le pasó a mis amigos ciclstas de San Juan de Lurigancho hace unos años, cuando los detuvieron injustamente, los golpearon y los acusaron de ser Los Malditos de Larcomar”.

Podía imaginarme la escena: el sereno de rasgos andinos siente que está cumpliendo su deber al seguir al ciclista de piel oscura, cabello crespo y otros rasgos afroperuanos, mientras que éste último siente ira y desprecio porque el sereno se atreva a considerarlo ladrón. “Lo que más me dolió fue que me preguntó dónde vivía, asumiendo que si no vivía en Miraflores, ya era sospechoso”.

“Eso pasa desde tiempos coloniales”, me comenta un antropólogo, “es el clásico racismo entre negros e indios”.

Recuerdo un incidente que también me contaron la semana pasada, sobre una señora a cuya hija todo el tiempo un niñito le repetía en el jardín: "¡Negra, negra, eres negra!" La niña estaba muy afligida y no sabía qué responder, hasta que un día su madre decidió ir al nido, ubicó al niño y le dijo: "¡Sí, mi hija es negra, pero tú eres cholo!". El niño se quedó paralizado por la frase de la señora y nunca más se atrevió a burlarse de su hija… pero la agresión racista se había detenido gracias a otra agresión racista.

Durante los recientes casos de racismo en partidos de fútbol en Huancayo y Huánuco, hubo gente que expresó su solidaridad con los jugadores negros insultados, lanzando insultos racistas hacia los habitantes de esos lugares, llamándolos “guanacos”. Inclusive varias personas escribieron en las páginas de los periódicos: “Por culpa de esos serranos ignorantes, pensarán que en el Perú hay racismo”.

Y no es solamente un asunto de negros contra andinos… Muchos lectores recordarán que, algunas personas, cuando las insultan llamándolos cholo o serrano, no buscan descalificar al otro como racista, sino sumarse al racismo, diciendo “¡Tú eres más serrano!” o “¡Cholo serás tú!”.

Lo peor de estas reacciones que implícitamente se señala que, si la persona fuera blanca, sí tendría derecho a insultar de forma racista. En ninguno de esos casos se enfrenta realmente el problema, sino que el racismo se emplea como arma para agredir a un agresor o para “defenderse”.

Según una reciente investigación desarrollada por Nexos Voluntarios en colegios de Urubamba (Cusco), el racismo termina siendo el arma del débil para humillar a otro. Pareciera que ser racista se convierte en una manera de sobrevivir en un medio hostil y, de hecho, esto incluye también el racismo hacia los más blancos cuando éstos se encuentran en situación de vulnerabilidad, sea porque son una minoría o porque tienen menos poder.

En todos los casos en que el racismo se practica para castigar a un racista, el “castigador” cree que puede actuar con severidad, inclusive con crueldad porque siente que se está defendiendo de una agresión.

“Yo estaba muy ofuscado cuando escribí eso”, me contó después el ciclista y yo me imagino que ser considerado ladrón de la propia bicicleta debe ser una experiencia humillante. Es muy común, también, que a una personal le sea más fácil soltar frases racistas, antes que admitir que ha sufrido racismo.

Podría pensarse que el problema es que, aunque el crecimiento económico está cambiando aceleradamente el perfil étnico de los sectores medios y altos, todavía tenemos interiorizados estereotipos raciales negativos. Sin embargo, creo que el asunto es más profundo: todavía nos falta interiorizar que todos los peruanos merecemos el mismo respeto, independientemente del color, el apellido o la posición social. Y promover esto, parece ser que aún es una tarea pendiente.  


Escrito por


Publicado en

Reflexiones Peruanas

Sobre el país en que vivimos y queremos vivir