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Caricatura de andrés Edery

¿Y qué son las razas?

Publicado: 2013-10-29


Cada año, el 12 de octubre varios países latinoamericanos celebran el Día de la Raza, como ocurría en el Perú hasta el gobierno de Velasco. En la actualidad, difícilmente se usaría la palabra “raza” en actos públicos o documentos oficiales, pero muchos peruanos siguen usando el término en su vida cotidiana y de acuerdo a éste se relacionan con sus compatriotas.

En realidad, las razas no existen desde un punto de vista biológico, pues las diferencias entre los seres humanos resultan insignificantes. Sin embargo, existen como un concepto o una creencia, en tanto un amplio sector de la población está convencido de su existencia y determina su comportamiento.

Las razas vienen a ser una construcción social por la que se atribuye características psicológicas, morales o intelectuales a quienes tienen un determinado fenotipo. De esta manera, la personalidad, las capacidades laborales o inclusive las preferencias musicales o alimenticias son vinculadas a determinados rasgos, en lo que constituye una “racialización” de la vida social.

Originalmente, la noción de razas fue empleada por los europeos para convencerse de su propia superioridad en los tiempos de su expansión colonial. De esta forma, conquistar a los pueblos de Asia, América, África y Oceanía, no era un acto de injusticia, sino simple consecuencia de las diferencias biológicas, que llevaban a los europeos a “civilizar” a los pueblos inferiores. La idea de raza es, por lo tanto, parte de una ideología de dominación.

Debe precisarse que entre los elementos de una “raza” no sólo se cuentan los rasgos físicos. En ocasiones, estos pueden ser prescindibles: durante la Alemania nazi, al ser difícil determinar quiénes era judíos por su fisonomía, se les obligaba a llevar una estrella de David en sus ropas para distinguirlos.

La percepción peruana sobre las razas incluye junto con los rasgos físicos la posición económica, elementos culturales, valores o actitudes. Un ejemplo es que algunas personas de piel relativamente oscura pueden ser percibidas como “blancos”, si tienen buena posición económica y educación.

El concepto de “cholo”, cuando se emplea como insulto, implica atribuir factores como pobreza, ociosidad o malos modales, pero creo que el dato relevante es considerar que el cholo “no sabe cuál es su lugar”. La referencia a “su lugar” tiene una connotación geográfica, asumiéndose que los cholos nunca debieron salir de la sierra. Por eso, muchos peruanos racistas no tienen mayor problema si la publicidad turística del Perú está llena de personas andinas. De hecho, mientras parezcan pintorescos los indígenas no generan mayor disgusto. Es más, se les puede utilizar para contrastar su fealdad o su exotismo con la belleza de las modelos blancas, como recientemente ha sucedido en las fotografías de un festival de moda en el Cusco o en un catálogo de Saga Falabella.

Sin embargo, la segunda connotación sobre “no conocer su lugar” es jerárquica, refiriéndose a quien rompe con la sumisión tradicional hacia los más blancos. Aún los peruanos más racistas no tienen problemas en convivir con personas andinas si éstas se muestran sumisas, como ocurre con las trabajadoras del hogar. En este caso, la sumisión se manifiesta de manera permanente, desde el hecho que se les trata de tú, sabiendo que responderán “señor”, “señora”, “joven” o “señorita”. Para que esta convivencia funcione, es importante también descalificar a la mujer andina como ser sexuado, despojándosele de todo atractivo.

El “cholo” es entonces quien se atreve a romper con esta aparente armonía, mostrándose (o enfrentándose) de igual a igual y pretendiendo los mismos derechos. Esto puede ser visto como una osadía tan grande que en el Perú se ha acuñado un curioso insulto: “igualado”, para referirse a alguien que no tiene consciencia de las diferencias raciales a las que se pretende dar un carácter estamental.

Creo que esto explica el odio racista hacia Magaly Solier, pues ella rompe con cualquier noción de mujer sumisa, habla con seguridad y llega a criticar a Alan García, Fujimori o Cipriani. Inclusive ha participado en películas donde abiertamente se cuestiona el modelo económico y los intereses de las empresas mineras (me refiero a Altiplano, que naturalmente no ha llegado a la cartelera comercial).

Sin embargo, la concepción de raza no es solo prerrogativa de los peruanos blancos. Hay quienes la vienen empleando para estigmatizar a otros peruanos por no pertenecer a la “raza cobriza”. En algunos sectores de la población negra, también existe la insistencia de ser una raza.

Entretanto, el 12 de octubre pasa desapercibido en el Perú y esa indiferencia refleja para mí la dificultad que tenemos para relacionarnos con nuestra propia historia, quizás por el temor de evidenciar las situaciones de injusticia que son un legado colonial. Varios países latinoamericanos ahora conmemoran en esa fecha el Día de la Resistencia Indígena o del Diálogo Intercultural. Los peruanos todavía tenemos el reto de aceptar que las razas no existen, pero el racismo sí.


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Reflexiones Peruanas

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