#ElPerúQueQueremos

RP 429: Los falsos recuerdos sobre Belaúnde

Publicado: 2012-10-07

Hoy, 7 de octubre, es el centenario del nacimiento de Belaúnde, en homenaje al cual se han realizado concursos escolares, exposiciones fotográficas y otras actividades conmemorativas.     Oficialmente, el gran mérito de Belaúnde es la afirmación de los valores democráticos, mientras que la principal crítica en su contra es su falta de firmeza frente al terrorismo, pues, en su gran ingenuidad, habría confundido a los terroristas con abigeos.

Es curioso que esta versión esté tan extendida, puesto que fue durante el gobierno de Belaúnde que las fuerzas del orden cometieron numerosos crímenes contra los campesinos ayacuchanos, de manera sistemática e indiscriminada.

Ya desde 1981, los sinchis, el cuerpo especial de la policía, violaban a las mujeres.  En Huaychao, un grupo de pastores evangélicos, que predicaban que los senderistas seguían los mandatos del demonio, fueron asesinados. En Putis, los campesinos fueron obligados a cavar su propia tumba, señalándoles que sería para una piscigranja.  En Umasi, las víctimas fueron decenas de escolares secuestrados por los senderistas y los militares violaron a las niñas antes de matarlas.   En Soccos, un grupo de policías irrumpió en una celebración de pedida de mano y asesinó a decenas de personas inocentes.  Días después asesinaron a una campesina, por haberse atrevido a denunciar lo ocurrido.

Durante el gobierno de Belaúnde, el Perú tuvo el trágico primer lugar en desaparecidos a nivel mundial, superando a Guatemala, Irán o China.   Sin embargo, pese al clamor internacional, el democrático presidente se jactaba de que arrojaba “al tacho de basura” las cartas de Amnistía Internacional, hablando como si fuera un dictador irracional.

A esto se añade, en 1983, el asesinato de los nueve periodistas y su guía en Uchuraccay, a raíz de lo cual, nunca más la prensa se atrevió a salir al campo.    La masacre, por lo tanto, resultó funcional a una estrategia contrainsurgente que no quería testigos incómodos.  Y también corrían peligros los periodistas que permanecían en las ciudades: Jaime Ayala, corresponsal de La República en Huanta, desapareció en las instalaciones militares de dicha ciudad.

Gracias a la protección legal que otorgó el régimen de Belaúnde, todos estos crímenes quedaron impunes, pues se dispuso que torturas, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales fueran simples “delitos de función” que implicaban penas mínimas.

A mi modo de ver, la imagen edulcorada de Belaúnde es parte de un proceso en que los peruanos procuramos olvidar el periodo de la violencia política y en todo caso construir una manera de percibirla que no nos molestara.   Ese pacto de olvido tenía muchos beneficiarios: en primer lugar, quienes cometieron crímenes desde el Estado.   Se repitió que habían sido “necesarios para derrotar al terrorismo”, aunque ni Soccos, Umasi, Putis o los crímenes cometidos durante los gobiernos de García o Fujimori tuvieron ningún impacto en la derrota de los terroristas.  Es más, las masacres de Ayacucho deslegitimaron totalmente al Estado, que se comportó como un sanguinario ejército de ocupación.

Otros grandes beneficiarios del pacto del olvido fueron los partidos políticos, comenzando por Acción Popular.  Curiosamente, pese a que los dos gobiernos de Belaúnde concluyeron en medio del más profundo descrédito, muchos jóvenes ahora creen que fueron gestiones exitosas.

Un hecho del primer gobierno de Belaúnde permite comprender mejor sus contradicciones: en los años sesenta, los matsés, un grupo indígena amazónico, fueron bombardeados por la Fuerza Aérea como parte del proceso de colonización.   ¿Cómo así se permitió este crimen?  Yo creo que para Belaúnde los nativos amazónicos no eran ciudadanos peruanos o al menos no en la misma categoría que su aristocrático entorno familiar.   Bajo esta misma lógica, Belaúnde pudo avalar la muerte de miles de campesinos, aunque no estuvieran involucrados en ningún hecho de violencia.   Era el precio que había que pagar para garantizar la derrota de los terroristas.  De esta manera, el régimen de Belaúnde era en realidad un régimen dual, como lo fue el de Sudáfrica: democrático ara unos, pero autoritario y violento para otros,  cuya vida no valía nada, fueran, mujeres, niños pequeños o ancianos.

El pacto del olvido beneficia también a los cómplices de Belaúnde, es decir todos los peruanos que fueron indiferentes frente a los crímenes...   Cuando se insiste en que él“no sabía nada”, es una forma de decir que uno “tampoco sabía”.   Es mejor pasar por un ignorante que por cómplice de un genocidio.   Aunque los buenos limeños que prefieren olvidar los crímenes de Belaúnde no mataron a nadie, su complicidad encarna un problema que todavía existe: el racismo que les permitía pensar que la vida de sus compatriotas no valía nada.

Este racismo permitió que se cometieran crímenes tan terribles hacia quienes eran percibidos como inferiores.   Las dictaduras de Argentina y Chile tenían un accionar selectivo, donde se secuestraba y torturaba a las personas por sus ideas políticas.  En cambio, el régimen de Belaúnde actuaba de manera indiscriminada, tomando en cuenta sólo los rasgos físicos.   De hecho, los perpetradores ni siquiera podían entender a muchas de las víctimas, porque no hablaban quechua.    Ese terrible racismo explica la muerte de bebés y niños pequeños, lo que ni siquiera hacían los militares argentinos, pero sí los nazis.

Las masacres cometidas en Ayacucho tienen un asombroso parecido con las ocurridas en los mismos años en Guatemala, con similar ensañamiento y crueldad.  Al parecer, ambos ejércitos seguían los lineamientos de la Escuela de las Américas, a lo cual se suma el terrible racismo  existente en los dos países.

Este 7 de octubre es una fecha crucial para ubicarnos frente al pacto del olvido y la impunidad.  En mi opinión, exigir justicia para las víctimas del régimen de Belaúnde es una obligación de quienes queremos una sociedad mejor.  Para ello la sociedad peruana tendría que aprender a ser menos racista, tendría que ver a los campesinos como seres humanos… tendría que aceptar que su sufrimiento no es aceptable.  ¿Será posible que lleguemos a tanto?


Escrito por


Publicado en

Reflexiones Peruanas

Sobre el país en que vivimos y queremos vivir