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RP 317: Sobre Limeños y Antilimeños

Publicado: 2010-08-16

No solamente por haber colaborado con preservarlo, sino porque es muy hermoso, a mí me gusta mucho el Parque Castilla de Lince, con sus elevados árboles y su vasta extensión de césped.  Una tarde del año pasado, pasaba en un taxi al lado del parque con dos integrantes de una ONG de la sierra a quienes debía entregar un material sobre discriminación.    Súbitamente, una de las visitantes me preguntó:

-Wilfredo, ¿eres de Lima?

Yo asentí, absorto en la contemplación de la naturaleza.

-Disculpa, pero, ¡qué horrible es tu ciudad!

Su exclamación me desconcertó, porque quien así se expresaba promovía que los niños y jóvenes de su región valoraran su identidad, pero mostraba fuertes sentimientos de rabia hacia Lima y los limeños, pues se explayó sobre el cielo gris, el clima húmedo y la gente hostil, como si no hubiera nada rescatable... o yo tuviera la culpa del lugar donde había naciado.

Decenas de veces, en mis viajes por el Perú he sido testigo de actitudes de antilimeñismo, pero también he visto como éstas han sido sembradas por limeños que se comportan de manera altiva en hoteles, restaurantes o aeropuertos.    Inclusive he visto estos comportamientos en ambientes que supuestamente debían ser más horizontales como encuentros de universidades u ONGs.  En otros casos, también, había actitudes condescendientes o paternales.   (Lo señala alguien que alguna vez ha sido confundido con un lugareño).

Hay otros limeños que no tienen que viajar para demostrar su menosprecio por los demás peruanos.  Son aquellos para los cuales el país termina en Cieneguilla, Chaclacayo o las playas de Asia.    Lo peor es que son políticos y autoridades a quienes les parece natural que cada año centenares de personas mueran debido al frío o las carreteras en pésimas condiciones en “el interior” del país, pero para las mencionadas playas sí han construido una autopista de cuatro carriles.  Son también los medios de comunicación limeños, que se autodenominan “nacionales”, pero dedican una atención desproporcionada a los asuntos de la capital y hacen pensar a lectores o televidentes que en el resto del país sólo hay llamas, ichu y pirañas.

Muchos políticos y periodistas limeños manejan un perfil del “provinciano” como ignorante, ingenuo y, últimamente, han pasado del “cholo bruto” al “poblador irracional y violentista”.

Sin embargo, nada de esto justifica que quien se ha sentido maltratado por el gobierno centralista, la clase alta indiferente o los turistas racistas termine vengándose de tantos agravios seculares en cualquier limeño.

-Te hacen sentir horrible –me dice una socióloga que trabaja a dos horas del Cusco.

Aún en el ámbito turístico, a veces pareciera que hubiera empeño en que el limeño no la pase bien.  Hace unos años, estaba con un colega en un restaurante cusqueño donde había un espectáculo de danzas típicas:

-¿De dónde son ustedes?  -preguntó en un momento uno de los bailarines a las personas que estaban en una mesa -.  ¡Ah!  ¡Un aplauso para Canadá!  ¿De dónde son los de allá?  ¡Un aplauso para Alemania!  ¿Y ustedes, de dónde son?

-De Lima –respondimos.

Y, como si fuéramos invisibles, o no mereciéramos ser saludados, el susodicho continuó preguntando a otras mesas:

-¿Y ustedes de dónde son?  ¡Muy bien!  ¡Un aplauso para Brasil!

Fue una sensación muy desagradable… pero cuántas veces los limeños prestamos más atención a todo lo extranjero que al resto del país.

Es posible que algunas personas puedan confundir la afirmación de la propia identidad con una especie de “discriminación al revés”, como la que afecta a los escolares de piel más clara cuando son minoría en un salón de clase.

En una ocasión, en un concurrido evento sobre exclusión e identidad, una estudiante preguntó al expositor que había hablado antes que yo:

-Quiero que me confirme que los genes de los Incas eran de una raza superior y, por lo tanto, quienes descendemos de ellos somos superiores a los demás seres humanos.

Hablaba con toda seguridad.   Y el asunto se hace todavía más complejo si uno piensa en aquellas personas que se sienten muy discriminadas viviendo en Lima, pero cuando regresan a su lugar de origen, reproducen las mismas actitudes de rechazo que han sufrido.

Al mismo tiempo, no puedo hablar sobre estos temas sin pensar si no habré tenido alguna vez un comportamiento similar, despectivo o paternal.   De hecho, a veces a uno lo presentan como si fuera muy capaz o brillante sólo porque vive en Lima.  A veces, también, uno puede estar tan acostumbrado al Parque Castilla y tantos lugares bellos de la ciudad, que no se da cuenta que no es la Lima que todos pueden ver y que subsisten muchas formas de exclusión en la capital.

Para vivir en una sociedad más tolerante, todos, limeños y no limeños, tenemos muchos prejuicios y rivalidades que enfrentar.  ¿Podremos hacerlo?


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Reflexiones Peruanas

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