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RP 316: ¿Yo, indígena? ¡Déjeme tranquilo!

Publicado: 2010-08-09

Hace unas semanas, cuando un periódico de Puno anunció que el Congreso había aprobado la Ley de Consulta, precisó que solamente beneficiaría a los uros del Titicaca, porque eran los únicos indígenas que había en Puno.   ¿Pero no son indígenas los aymaras y la población de habla quechua de ese departamento?

La semana pasada, frente a las protestas que sacuden La Convención, un periodista aseveró: “Los indígenas se unirán a la protesta”, anunciando que llegaría a Quillabamba una delegación machiguenga.  Cabe preguntarse, ¿no son indígenas andinos los cusqueños que están protestando por la exportación del gas de Camisea?

Bueno, sí y no.  La abrumadora mayoría de puneños y cusqueños son indígenas porque descienden de los primeros habitantes del Perú, pero no lo son porque no quieren serlo, es decir, no se autoperciben como indígenas.

Tampoco se perciben así los policías, abogados o ingenieros de ascendencia indígena.  De hecho, el Día de los Pueblos Indígenas, que se celebra hoy, 9 de agosto, parece en el Perú una fecha que solamente concierne a los indígenas amazónicos y a la minoría de indígenas andinos que actualmente se reconocen como tales.

¿A qué se debe que en el Perú haya millones de indígenas que no lo admitan?  Creo que especialmente a dos factores: en primer lugar, en los años ochenta, mientras los indígenas de los demás países latinoamericanos adquirían mayor consciencia de su identidad y se movilizaban como tales, en el Perú vivíamos una sangrienta guerra interna, que precisamente fue más cruenta en relación a la población indígena.  Muchos de quienes en Ayacucho, Huancavelica o Apurímac pudieron haberse convertido en líderes indígenas fueron asesinados por senderistas o militares, tuvieron que alejarse de sus tierras o prefirieron abandonar todo compromiso social.

Sin embargo, la otra razón por la que, mucho antes del conflicto armado, la identidad indígena se encontraba muy debilitada, era la fuerte discriminación.  Millones de indígenas decidieron enfrentarla buscando en una estrategia de “desindigenización”:  los indígenas están ligados a su tierra, pero ellos migraron a Lima, la costa y la selva.  Los indígenas hablaban quechua, pero los migrantes dejaron de hablarlo en público y no lo enseñaron a sus hijos.  Los indígenas llevaban vestimenta tradicional, pero ellos asumieron la vestimenta occidental.  Los indígenas llevaban nombres como Anacleto o Teófila.  Ellos le pusieron a sus hijos Jonathan o Marjorie.

En 1969, Velasco le dio forma legal a este proceso, al disponer que el Estado debía llamar campesinos a los indígenas andinos, decisión que interpretó el sentir de los concernidos.   Sólo los indígenas amazónicos se reconocen así y tienen demandas muy similares a las que existen en Ecuador o Bolivia (idioma, cosmovisión, etc.).

Un ejemplo de esta gran dificultad con el tema indígena es el Informe de la Comisión de la Verdad, que simplemente señaló que el 75% de los muertos tenía el quechua como lengua materna, en lugar de decir que eran indígenas.   Si a estos miles de muertos les sumamos los cinco mil asháninkas exterminados, podemos entender el conflicto armado de una manera distinta y dolorosa y apreciar que la muerte de millares de indígenas no generó nunca indignación masiva en los habitantes de la Costa, fueran éstos no-indígenas o ex-indígenas.

Si es difícil que los individuos indígenas se identifiquen como tales, más aún lo es reconocer a los “pueblos indígenas” en la sierra o la costa del Perú.      Aún quienes desean ver “pueblos indígenas” terminan percibiendo como tales solamente a los habitantes de las zonas rurales.  Difícilmente se podría decir que Abancay o Huancayo son “ciudades habitadas por indígenas” y francamente no creo que les guste a sus habitantes.

En todo caso, las identidades en el Perú pensadas más en el lugar donde uno vive que en los antepasados.   Todos los días me encuentro con compañeros de trabajo, alumnos, amigos cuyos rasgos físicos los harían ser considerados indígenas en cualquier otro país latinoamericano.   Pero, ¿qué derecho tengo yo a decirle a alguien “reconoce tu identidad, la que me parece que tú tienes”?   Para hacer más compleja la figura, en muchas familias hay hermanos con facciones “más indígenas” que otros, pese a que tuvieron los mismos ascendientes.

Hay quienes sostienen que Bolivia y Ecuador nos llevan décadas de adelanto porque allá los indígenas son conscientes de su identidad y han logrado inclusive llegar al poder.   Yo no estoy tan seguro.  Creo que cada país tiene su propio camino.  Quizás el futuro del Perú sea similar a Lambayeque o Piura, donde nadie se reclama como indígena, nadie habla idiomas indígenas y sólo quedan apellidos y facciones (a las que aludimos cuando señalamos que alguien tiene “rasgos norteños”).

Si la identidad es también una opción, millones de peruanos, pobres y ricos, han optado por no ser indígenas.  Me parece que muchos de ellos, además, están optando más por sentirse “peruanos”, una identidad que también está en construcción.


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Reflexiones Peruanas

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