RP 274: Envejecer en el Perú
-Mi papá me asegura que le pagó a la empleada, pero ella dice que no. ¿A quién le creo?
-No sé qué hacer: mi mamá se empeña en comer justo lo que le hace más daño…
-Todas las noches mi tía se levanta medio dormida. Ya se ha caído varias veces. ¿Es momento de enviarla a una casa de reposo?
Estas son algunas de las preguntas que pueden hacerse quienes conviven con un padre, una madre, una tía o un abuelo en proceso de envejecimiento.
Mientras existen centenares de libros que buscan orientar a los futuros padres sobre el cuidado de sus hijos en los primeros años de vida, difícilmente quien tenga las preguntas anteriores encontrará algún texto que le ayude a aclarar sus dudas. Los libros sobre temas familiares se redactan en países donde es común que los adultos mayores vivan separados, a diferencia de los hogares intergeneracionales de los países latinoamericanos.
Además, se puede determinar a qué edad es normal que un niño aprenda a caminar o ir al baño por su cuenta, pero es muy difícil señalar qué es “normal” para alguien de setenta u ochenta años: cada persona envejece de manera distinta. Hay quienes, como mi célebre abuelita, cocina maravillas a los 96 años, siempre tiene ganas de salir y recuerda detalles sobre mis amigos mucho mejor que yo. Otras personas, veinte años menores que ella, ya están confinadas a una silla de ruedas. Los efectos del envejecimiento en la capacidad intelectual, el estado de ánimo o las habilidades físicas son muy diferentes.
Junto con el deterioro de la salud, un problema frecuente es la pérdida de referentes: muchos sienten que “les quitaron el Parque Salazar” o “les quitaron su cine”. La pérdida más común, sin embargo, es que, progresivamente, familiares y amigos, van falleciendo, dejando un vacío. En los últimos años, este problema se ha agravado debido a la migración al extranjero: para muchos ancianos están muy lejos quienes normalmente les darían soporte emocional, como sus hijos y nietos.
Los estragos del envejecimiento pueden causar desconcierto, frustración o angustia a los familiares cercanos. En mi caso, por más que sepa que así es el ciclo vital, no deja de ser triste darme cuenta que mi papá, aficionado a las motos y las pesas en su juventud, esté ahora tan débil. Es duro descubrir que la mente a la cual de niño hacía tantas consultas a veces parece haberse extinguido.
Por todo ello, mientras sea posible, es importante no solamente atender a la salud física, sino promover que la persona mayor tenga una adecuada vida social, que pueda compartir con la familia, llevarlo a un restaurante o a un cine (felizmente la mayoría son accesibles para personas ancianas). Conforme se agravan los problemas de salud, hay que estar preparado para que las actividades sociales se trasladen más al domicilio.
Cuando un adulto mayor requiere dedicación exclusiva, hay que estar atentos para proteger a los familiares más próximos al anciano de sufrir, ellos mismos, el “síndrome del cuidador”, que origina una fuerte angustia. También debe evitarse la tentación de descargar la responsabilidad en los familiares que tienen más tiempo, pero que suelen ser precisamente aquellos que tienen una edad similar (la esposa, los hermanos). Por eso, puede llegar el momento de decidir si la atención deberá estar a cargo de una persona especializada o, lo que es mucho más duro, si es preferible que la persona se traslade a un establecimiento especializado. En este proceso, es comprensible que surjan tensiones entre los hijos, nietos o sobrinos, vivan o no bajo el mismo techo, sea por motivos económicos o emocionales.
Ayudaría mucho la existencia de políticas públicas para enfrentar este creciente problema. En otros países (inclusive tan pobres como Bolivia), todas las personas mayores de 65 o 70 años reciben una subvención por parte del Estado, mientras que en el Perú esto ocurre sólo con los jubilados y muchas veces se trata de sumas insuficientes, por las que además deben llevar a cabo prolongados procesos judiciales. La mayoría de adultos mayores viven de la ayuda económica de sus familiares, que deben afrontar elevados gastos en medicinas y, con el paso del tiempo, cuidados especializados.
En las zonas residenciales, donde la esperanza de vida es más elevada, algunas municipalidades han implementado diversos programas para atender la salud física y psicológica de las personas mayores, pero no se plantea trabajar con los familiares que están a cargo de ellos.
Mientras la esperanza de vida continúa aumentando en el Perú, geriatras y psicólogos pueden aportar mucho para responder a las preguntas que señalé en un principio y a muchas más. También es posible que sea útil conocer experiencias concretas sobre seguridad, convivencia, estimulación y terapias. En ese sentido, siempre será importante compartir nuestras inquietudes, o lo que algunos estamos aprendiendo, para así colaborar a que una vida prolongada sea también una vida digna y feliz.