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Pensando en Mandela, desde el Perú

Publicado: 2013-12-06


Pocos limeños saben que en una plazoleta de San Isidro se encuentra desde hace varios años la estatua de Nelson Mandela, erigida por la embajada de Sudáfrica y la empresa  Miller (los actuales dueños de Backus).    

Ahora bien, creo que no es casualidad que el Perú sea uno de los dos países donde se ha erigido una estatua de Mandela (el otro lugar es Inglaterra), porque precisamente en una sociedad como la peruana es fundamental reflexionar en la vida del líder sudafricano.

A mi modo de ver, sin embargo, existen dos formas posibles en que los peruanos podemos recordar a Nelson Mandela: la primera es la admiración por el coraje y la constancia para luchar cuando todo parece perdido. Mandela se une así a otros líderes de talla mundial, como Gandhi, Lech Walesa o la birmana Aung San Suu Kyi, quienes recurrieron a métodos pacíficos para luchar por la libertad de sus pueblos.

Sin embargo, creo que a los peruanos nos corresponde una segunda forma de recordar a Mandela que es mucho más difícil y cuestionante: asumir que entre nosotros también se vive una situación de racismo generalizado. De esta manera, se trata de pensar si nos hemos unido a la causa que promovía Mandela o si somos mas bien parte del problema que él buscaba enfrentar.

Es evidente que no existe en el Perú una segregación legal como el régimen del apartheid, pero sí se han producido situaciones segregacionistas, como la selección racial de los clientes que hasta hace unos años practicaban varios locales de Larcomar o inclusive del Cusco. Es verdad que en ninguna Universidad peruana existen restricciones por etnia para ingresar, pero también es cierto que, cuando los estudiantes egresan, el color de la piel es uno de los factores que toman en cuenta muchos empleadores. Vayamos más cerca aún: el trato que se brinda a las trabajadoras del hogar y los diminutos cuartos de servicio que siguen siendo diseñados en espaciosos apartamentos. Además, precisamente por no tener leyes racistas, muchas veces no logramos percibir que la misma pobreza y exclusión que afectan a millones de peruanos son una situación injusta, resultado de siglos de abusos y discriminación. Todavía hay quienes atribuyen la pobreza de la población andina a que “son flojos”.

Al mismo tiempo, Mandela es un reto para los mismos peruanos que luchan contra el racismo, porque él supo gobernar no solamente para los negros sino para los blancos, conduciendo a su país por una reconciliación que parecía imposible. Precisamente, he visto con frecuencia que la lucha contra el racismo puede terminar volviéndose un discurso “antiblanco”. A mi modo de ver, en el Perú debemos estar prevenidos contra todas formas del racismo: el racismo predominante, que afecta especialmente a los andinos y los negros, pero también el racismo que estos dos últimos grupos pueden ejercer hacia los blancos o las expresiones hacia grupos minoritarios, como los judíos o los asiáticos. Mandela supo gobernar para todos y lograr convencer a todos que eran ciudadanos de un país.

De esta manera, Sudáfrica avanzó hacia la reconciliación, entendida como un proceso social que abarcaba a todo el país. En este aspecto, aún en el Perú estamos muy lejos. Aún después del conflicto armado, la mayoría de peruanos aún no percibimos que en nuestra sociedad existen terribles fracturas sociales y que la reconciliación implica que quienes han sido y son indiferentes frente a la desgracia de sus compatriotas cambien de actitud y que los discriminados logren evitar un discurso basados en la venganza o la revancha.

Ahora bien, muchas veces me han dicho que se necesita un Mandela para el Perú. Yo estoy de acuerdo con ello, pero creo que sí lo hemos tenido y mas bien hemos tenido muchos. Es más, estoy convencido que, si Sendero Luminoso fracasó en el Perú fue porque precisamente encontró a mucha gente en las organizaciones sociales como Nelson Mandela que rechazaba las acciones violentas de los senderistas. Algunos fueron Alcaldes, otros presidentes de comunidades campesinas, otros dirigentes gremiales. Todos ellos dieron su vida por sus ideales. Otros están vivos y siguen luchando, como las madres de los desaparecidos. Otros más nos dejaron hace poco, como Pilar Coll.

Es curioso cómo ese heroísmo cotidiano, esos Mandela que viven o vivieron entre nosotros, parecen olvidados. Pensar en ellos también puede ser inspirador, como lo fue Mandela y lo será siempre para quienes queremos vivir en un país justo donde el destino de las personas no esté determinado por su color o por su apellido.

Quienes están en Lima, aprovechen estos días para visitar el monumento de Mandela, elaborado por el escultor Humberto Hoyos. Encontrarán allí, en castellano e inglés, varias de sus frases más significativas, sobre el compromiso y la constancia. Intentemos vivir sus ideales en nuestras propias vidas, en un país donde todavía existe muchísimo por hacer.


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Reflexiones Peruanas

Sobre el país en que vivimos y queremos vivir