Historia de dos Ciros... y una coraza moral
Se llamaba Ciro y cayó a un abismo en un paraje del sur del Perú. Durante meses, los periódicos y la televisión hablaban sobre él y sin ninguna prueba culpaban a su enamorada de haberlo arrojado. Cuando por fin su cadáver fue encontrado, muchos peruanos acudieron al entierro, a veces viajando desde otras ciudades, aunque jamás lo habían conocido.
Se llamaba Ciro y cayó a un abismo en un paraje del sur del Perú, pero su muerte pasó totalmente inadvertida para los limeños. Ciro Condori apenas tenía un año de edad y, a diferencia de Ciro Castillo, los medios de comunicación pensaron que no valía la pena contar nada sobre su muerte, a pesar que los culpables siguen muy campantes en sus puestos y que con Ciro otros cincuenta campesinos de las comunidades de Chamampata y Mesada fallecieron, entre ellos catorce niños, cuando se desbarrancó el camión en que viajaban.
Se llamaba Paulino Huamán y murió el jueves en un bombardeo de la Fuerza Aérea en el VRAEM. Los pilotos se confundieron de blanco y atacaron un caserío donde vivían personas inocentes, pensando que eran senderistas. Varias casas quedaron destruidas, otros campesinos quedaron gravemente heridos y las bombas cayeron a veinte metros de un colegio. Sin embargo, los amables limeños continúan tan ajenos a esta tragedia como si jamás hubiera ocurrido.
Lo más sorprendente sobre tanta indiferencia ante la muerte de los compatriotas es que también está presente entre muchos que se consideran preocupados por los problemas nacionales. En realidad, suele pasar que los “problemas nacionales” son en realidad los conflictos entre algunas figuras políticas, que poco tienen que ver con la vida de la mayoría de ciudadanos.
Ahora bien, creo que es injusto responsabilizar de esta situación solamente a los medios de comunicación, porque ellos usan los sentimientos del público (o la ausencia de ellos). Así, me comentaba José Talavera que no puede hacerse una novela mediática sobre Ciro Condori, porque el niño fallecido “no vende”.
Para comprender esta insensibilidad suelo referirme a un incidente que me ocurrió hace unos años viajando en un colectivo entre Huancavelica y Huancayo. Caía la noche y en la penumbra pudimos ver a una familia de campesinos, que caminaban a lo largo de la carretera, cargando grandes bultos sobre sus espaldas.
-¡Pobre gente! –comentó un niño a su mamá.
-¡No, hijito! –respondió ella -. ¡Ellos no sufren! ¡Están acostumbrados!
Creo que esta expresión reflejaba mas bien que ella estaba acostumbrada al sufrimiento de los campesinos y que por eso tenía una coraza moral para no sentir ninguna empatía ni compasión hacia ellos. Y entonces ella hizo lo que miles de padres en una buena situación económica han hecho con sus hijos: procurar transmitirles esta coraza moral para que puedan vivir en el Perú sin sufrir por las desgracias de los más desafortunados.
La coraza moral permite reforzar los sentimientos de racismo o desprecio hacia otros simplemente por vivir en otros lugares del país. Al final, en los casos más graves, permite responsabilizar a las propias víctimas por su desgracia: la campesina maltratada tiene la culpa por haber escogido un hombre violento, los campesinos muertos en Santa Teresa son culpables por estar viajando borrachos, como también tienen la culpa quienes viven en zonas donde hay huaycos, heladas u otros desastres naturales. El año pasado, cuando la policía mató a muchas personas inocentes en Espinar, Cajamarca y Piura, muchos limeños decían que los propios muertos tenían la culpa por “revoltosos” sin querer siquiera enterarse sobre en qué circunstancias habían fallecido.
El problema es que esta coraza permite que el Estado no esté presente en amplios sectores del país o lo esté de una manera totalmente superficial. De esta manera, la semana pasada, los familiares de las 51 personas fallecidas en Santa Teresa fueron convocadas a una reunión en Quillabamba con el Presidente Regional y la Ministra de la Mujer… y nuevamente tuvieron que viajar en camiones, porque este continúa siendo el único medio de transporte al que tienen acceso.
¿Será el destino de nuestro país seguir viviendo así donde los abismos entre los peruanos parecen imposibles de superar? ¿Será que alguna vez las autoridades lograrán romper la coraza moral y dar las oportunidades que tantos peruanos merecen?
El día de ayer, en la selva del Cusco, el Primer Ministro Juan Jiménez pidió perdón a las poblaciones indígenas por la indiferencia del Estado hacia sus necesidades. Hace cuatro años, hizo lo mismo Alan García hacia los afroperuanos, pero más allá de una ceremonia en Palacio de Gobierno, no hubo mayor cambio en sus vidas. Estos pedidos de perdón son importantes, pero lo fundamental es que se concreten en políticas públicas que logren proteger los derechos individuales y colectivos de los peruanos más abandonados.
Entretanto, no solo las autoridades, sino muchos peruanos más deberían pedir perdón por su indiferencia y su insensibilidad.
ALGUNOS COMENTARIOS
-Poco importa que esta noticia trascienda mediáticamente, si eso no sirve para que el gobierno inicie un trabajo serio de prevención que evite futuras muertes. Lo que se debe exigir al Estado es un actuar correcto en protección de todos los ciudadanos, que empieza por la correcta aplicación del principio de autoridad y el respeto a la ley y a nuestros conciudadanos que todos debemos tener. Se trata de una verdadera ineficiencia en cumplir una labor adecuada que permita reducir al mínimo los accidentes de tránsito y en consecuencia las muertes (Jorge Olivares).
-En Lima tampoco se ha logrado impedir que las camionetas/colectivos viajen pasajeros en la maletera. Todos los días viajo por la Panamericana Sur para ir a mi oficina en San Borja y encuentro muchísimas camionetas station wagon que llevan dos personas en el asiento del copiloto, cuatro en el asiento trasero, y cuatro más en la maletera. Por lo general son trabajadores de construcción pero también los he visto otras personas. Lo que sí me resulta claro es que todos los pasajeros son pobres y, como sabemos, el Estado de Derecho no se aplica para este sector. Dudo que sea la única vía de Lima que presenta ese panorama. De hecho, es impactante cómo en las zonas marginales de Lima, aprovechando en vacío institucional que rodea a la pobreza, pululan mototaxis, triciclos motorizados, y en general medios de transporte caracterizados por la precariedad. ¡Qué difícil es ser pobre en este país! (Un psicólogo).
-En el tema de accidentes de tránsito, lamentablemente el gobierno reacciona en función a la dimensión de las noticias. Presenta nula proactividad para prevenir accidentes, en los cuales estadísticamente está demostrado que la culpa sobre todo la tienen los conductores (Un ingeniero).
-Esta clase de tragedias son tan frecuentes que ya estamos "acostumbrados", nos parece rutinario. Una tragedia así en Canadá se vuelve tema nacional, genera un duelo oficial por parte del Estado. Aquí hasta la muerte de una yegua en un operativo policial (con lo lamentable que ello pueda ser) genera más indignación y es portada durante días o semanas (Un analista político)
-Es lamentable que la sensibilidad de los peruanos en especial la de los medios de comunicación va en función del estatus social o nivel socio económico de la gente. Toda muerte es triste y lamentable, pero parece que algunas pasan desapercibidas y otras se llevan las portadas de los diarios (Un ingeniero).
-Muchas veces se dice que recién la muerte logra despertar la atención de los demás; pero en este caso, vemos que hasta eso lo impide el racismo (Marlene Julca).